A la puerta de los Pinos tocaba una señora,
siendo ya muy tarde, el día segundo de noviembre.
Sorprendido entonces quedó, al ver a la pelona
el estado mayor, que a la entrada estaba siempre.
Vengo a ver al presidente,
confesó püés la catrina,
no sea usted imprudente,
o se lo llevará la muerte.
Pase usted señora mía,
la parca complacida sonrió,
sabiendo que si lo pedía,
le mostrarían la habitación.
Al entrar escándalo causó,
la huesuda que torpe era,
hizo como que no le dolió,
aunque sobarse ella quisiera.
Debido a tremendo estrépito,
Margarita despertó y exclamó:
¿qué es lo que usted destruyó?
a la señora pues descubrió.
Soberbia era la calaca,
y a Margarita ignoró.
Cruzó la habitación la flaca,
y al presidente despertó.
‘Ora si Felipe vas a ver,
de ésta no vas a escapar,
fíjate lo que prometerás,
después no te vayas a rajar.
Margarita de estar cabreada,
paso a estar asustada.
Gritando mas fuerte que nada,
se metió abajo de la cama.
La tilica y flaca le pidió,
al señor Felipe Calderón,
que al narco dejará vivir,
pues se estaba llenando el panteón.
A la exigencia se negó,
y la muerte se enfureció,
¡Ya ni siquiera en mi casa hay paz,
esto así no se quedará!
Agilidad la parca tuvo,
y al chaparro presidente,
de las patas a un bar llevó,
a tomarse un aguardiente.
Ya estando bien cohete el señor,
por fin a la demanda cedió.
La calaca entonces partió,
pero antes le rememoró:
‘Ora si Felipito ya has visto,
de esta no te has escapado,
fíjate lo que has prometido,
después no te me andes rajando.